Las series de Netflix de educar a perros dan consejos igual de malos que hace diez años

Han pasado diez años, diez, desde que el grupo de etología adscrito a la AVEPA (la Asociación de Veterinarios Españoles de Pequeños Animales) señalase que programas como El encantador de perros, con César Millán, o Malas pulgas, con Borja Capponi, mostraban capítulos sin base científica y peligrosos como ejemplo educativo.

Es tan antigua la demanda que la nota de prensa que enlazaba la etóloga Alba Benítez ha desaparecido por Internet. Se criticaban tres aspectos: ausencia de base científica en diagnóstico y tratamiento (1), uso de métodos agresivos y aversivos que dañaban a los animales (2) y consecuencias negativas y peligrosas tras el uso de ciertas técnicas (3), señalando cómo podían llevar a futuras agresiones o estados como la indefensión aprendida.

Mejor guía, mejor perro... de boquilla

Sin embargo, todo indica que el morbo y el espectáculo siguen vendiendo. César Millán estrenó nuevo programa (Mejores humanos, mejores perros) en el canal de National Geographic , en el que parece querer dejar atrás los viejos planteamientos y acoger nuevas ideas, pero en el que siguen apareciendo cordinos y otras técnicas y herramientas aversivas (que producen rechazo al animal, y pueden dañarlo: se utilizan con el objetivo de inhibir conductas mediante la evitación del castigo).

Siguen su estela otros programas como Terapia canina, en Netflix, con Jas Leverette, que recibió bastantes quejas y al que no han renovado una segunda temporada. Son espacios televisivos basados en el  entretenimiento (el tiempo de la terapia debe adaptarse al tiempo del programa, claro), repletos de tópicos ("nunca es problema del perro" o "hay que comportarse siempre así o asá") y con técnicas que nunca requieren diagnóstico para su tratamiento, como si los perros viniesen con un libro de instrucciones.

Para escribir este artículo con propiedad, me he empapado de algunos de los casos de ambos programas —la primera temporada de cada uno, confieso que no entera, porque me chirrían demasiadas cosas—, en los que se mantiene un patrón que ya conocemos: introducir a perros en situaciones para las que no están preparados, uso aversivo de correas, cordinos y técnicas basadas en la imposición y en contener la exteriorización del problema (la conducta), pero que no van más allá, y seguridad, mucha seguridad en lo que se dice y se hace: algo que bien enfocado, no tiene por qué ser negativo.

Pese al renombre, mi opinión sigue siendo la misma: entre el César Millán de El encantador de perros y el actual, hay un programa de diferencia y el interés comercial por adaptarse a las audiencias. No significa esto que Millán, por ejemplo, igual que Leverette y que otros adiestradores televisivos no sepan leer a un perro, sino que omiten aquello que no les interesa.

¿Cuál es el problema?

Para entender por qué es peligroso tomarnos en serio estos programas, voy a señalar lo más evidente: nunca hay tiempo para el diagnóstico. La entrevista, fundamental en el trabajo técnico y etológico, se limita a cómo está afectando el problema a la familia, con grandes dosis de emoción que no encuentran espacio en el resto de los fragmentos del episodio.

De este modo, nada más cruzar la puerta de la casa, el adiestrador lee al perro como si este fuese un libro abierto, y no se preocupa por el contexto, los posibles aprendizajes que ha realizado o la emoción que está motivando los comportamientos perjudiciales o desadaptadas. Si el perro tiene miedo o se siente frustrado no es relevante, pues vamos a contener e incluso a castigar las conductas que nazcan de ahí. En muchos casos, el control va a representar gran parte de la terapia.

Las técnicas de aprendizaje o modificación de conducta presentes en estos programas siguen normalizando castigos físicos en el siglo XXI, como tirones de correa (el cuello es una zona muy sensible de los perros), collares de ahorque e imposición de ejercicios basados en el control físico: algo poco recomendable y, además, difícil de aplicar para todos por igual.

Pregúntate: ¿podría hacer una persona de setenta años o un niño de doce lo que está haciendo Millán al final del siguiente vídeo? Como es lógico, tu abuela no puede estrangular a un pitbull, y tampoco debería hacerlo nadie, en realidad.

De igual modo, el uso de cintas de correr o ejercicios de alta intensidad es el equivalente a intentar curar tu depresión o tu ansiedad levantando pesas en el gimnasio. Sí, puede que las primeras semanas el cansancio físico sea tal que no tengas ganas de pensar en tu estado emocional, pero, antes o después, todas esas emociones van a canalizarse en otra dirección. Dicho de otro modo, un pastor belga reventado a correr va a tener menos ganas de emitir conductas de alto gasto energético (reactivas, por ejemplo), pero eso no va a hacer que aprenda a relacionarse mejor con perros por arte de magia.

La violencia engendra violencia

En cualquier caso, el elefante en la habitación es el uso de la agresión para frenar conductas caninas relacionadas con la agresión. Combatir el fuego con fuego. Una bomba de relojería si unimos contextos de extinción —es decir, situaciones en las que al perro no le funcionan cosas que le han funcionado hasta ese momento, lo que produce frustración— y el uso de técnicas que implican dolor —y pueden provocar respuestas reflejas de agresión: imagínate qué harías ahora mismo si alguien, de golpe y porrazo, te pega a ti un bofetón.

Si bien el dolor no debería ser aceptable, aplicar "la bofetada con la mano abierta", sea esta más elaborada (cordinos, collares de pinchos, ahorque, eléctricos: muchos de ellos ilegales en España) o menos, porque, a veces, da resultado, no es una gran idea.

Hay bastantes razones, pero cito tres:

  • Puede reforzar esa u otras conductas, pues no siempre controlamos qué refuerza y qué castiga a un perro: en esta misma línea, el perro puede  acostumbrarse al dolor físico y ser "activante" o reforzante, en vez de reducir la conducta
  • Destruye el vínculo guía-perro: tu perro no te puede querer si te tiene miedo, son antónimos; si el animal se mueve para evitar algo, no puede moverse para cooperar contigo por vínculo e interés mutuo
  • Que el perro no emita esa conducta por miedo a las consecuencias ante una persona o varias, no significa que no vaya a realizar esa conducta con nadie más; traducido: será más peligroso, e imprevisible

Por qué (parece que) funciona

Aceptemos que lo que digo aquí arriba (y lo que avalan los estudios que he enlazado) es cierto. Entonces, ¿por qué parece que estos programas tengan tan buenos resultados?

En primer lugar, porque, en muchos casos, la conducta "problema" desaparece. Sin embargo, si lo que estás buscando es ayudar a tu perro, eso no es tan bueno como puede parecer. Además...

El castigo no extingue conductas

Quizá ahora te haya explotado la cabeza, pero espera, que hay más: me refiero a que castigar no extingue (hace desaparecer) la conducta, sino que genera variabilidad conductual.

Empecemos por algo muy básico. Las conductas visibles (ladrar, morder, escapar) son el reflejo de emociones y sentimientos, ¿verdad? Si yo tengo miedo, y ladro (exteriorizo así esa emoción), consigo que te alejes. Si esto funciona, esa conducta se seleccionará como una respuesta probable ante situaciones similares.

Por descontado, hay conductas que pueden funcionar, pero no ser adaptadas al entorno: si tu perro te gruñe cuando le pones el plato de comida, o empieza a protegerlo, lo anterior tiene sentido, pero no soluciona el problema.

No obstante, en televisión vemos cómo lo habitual es impedir que el perro se exprese, y atajar rápido. Si el perro ladra, castigamos (y hay muchas formas de castigar, como mirar fijamente a un perro miedoso, por ejemplo); si intenta ir a marcar a otro perro o se revoluciona, aplicamos castigo físico.

A partir de aquí, ocurren dos cosas.

La primera podríamos llamarla "cuando se cierra una puerta, se abre una ventana" y se traduce en que aparecen nuevas conductas. Si, tras el castigo, alguna de esas conductas es positiva o adaptada, la premiaremos. ¿El problema? Más allá de todo lo que hemos comentado antes es que no tenemos control sobre las conductas que irán apareciendo.

Por esta razón, los etólogos y educadores modernos, a la vez que establecemos un programa de castigo para extinguir unas conductas, hemos trabajado (con anterioridad) un programa de reforzamiento de otras conductas que sí nos interesan, para hacer más probable su aparición.

Indefensión aprendida no es sumisión

Lo que nos lleva al punto dos. A veces, las conductas que se van a dar en el perro van a ser cada vez de mayor intensidad (el perro que ladraba, ahora intenta morder) o no adaptadas (intenta huir, se bloquea, se lame, se muerde la cola), por lo que podemos llevar al perro a una indefensión aprendida. ¿Y qué es este concepto que ya he mencionado antes? El perro puede entender que nada de lo que pueda hacer funciona (en otras palabras, todo se castiga) y dejar de emitir conductas.

¿El perro está curado? No, el perro está "roto", pero como eso no queda bonito, César Millán lo llama "estado de sumisión".

Cómo afectan los cambios en el contexto

En muchos sesiones de trabajo, cuando empiezas a enseñar algunos ejercicios a las familias, se ve un cambio entre la noche y el día. En el adiestramiento comercial, yo me apresuro a explicar que esa falsa sensación de que se ha solventado la "conducta-problema" es, simplemente, que el perro ha visto cómo han cambiado distintos elementos-estímulos (manejo de la correa, personas implicadas, lugares) y que no deben entenderlo como algo permanente.

En televisión, en cambio, ese gran cambio provocado por el contexto se aprovecha y se le da bombo. Esto no puede mantenerse en el tiempo, por lo que no es extraño que estos adiestradores complementen este espejismo con llevarse al perro a su rancho, finca o escuela de adiestramiento. Traducido: si nos encontramos a un señor que nos "chista" y nos da "toquecitos" en el costado, puede que, inicialmente, estemos demasiado sorprendidos para realizar algunas conductas, o puede que, como aquel labrador famoso, le echemos un mordisco (fíjate, por cierto, como Millán se apresuró a castigar esa conducta con patadas y "quitarle más espacio").

La otra cara de la no-previsibilidad

¿Qué ocurre cuando el perro no emite las conductas problemáticas? ¿Por qué lo hacía? Fíjate en que los programas rehúyen hablar sobre lo que hay detrás. El foco se mantiene en por qué es peligroso para la familia y la sociedad (ojo, esto es muy importante) y no en qué está sintiendo el animal.

Poco a poco, se empieza a hablar sobre miedo o frustración, pero estos conceptos tampoco tienen interés televisivo. Desde mi punto de vista, el youtuber Saro Dog Training da en el clavo: "No se puede grabar un proceso educación canina para televisión, porque, ¡bueno!, no es un proceso interesante".

La cuestión es que apostar por técnicas que dan una falsa sensación de victoria (o seguridad) y buscan el espectáculo es como intentar desactivar una bomba a patadas. Alguna vez, puede que te funcione, pero la mayoría vas a saltar en trocitos. Claro, cuando salga mal, la TV no te lo va a enseñar. Aquí es casi igual de peligroso, tanto durante el proceso como después. Porque ¿qué ocurre después? ¿Puedes confiar en un perro que no emite señales de miedo, frustración o incomodidad?

Ni la indefensión aprendida, ni las técnicas basadas en el control (hago o no hago esto, por miedo a los castigos) convertirán a un perro con problemas de miedo, ansiedad o frustración en un animal más resolutivo.

¿Son malos adiestradores?

Para terminar, quizá es importante abrir un poco el melón. Si, hoy día, uno ve episodios de Better human, better dog o Canine intervention debería admitir que César Millán y, sobre todo, Jas Leverette (opinión personal) tienen un buen manejo: saben lo que es llevar a un perro. Puede no ser el manejo ético de correas, aprendizajes y modificación de conductas que muchos defendemos, pero saben lo que están haciendo. Yo lo resumiría en que son buenos adiestradores con malos métodos y, desde luego, no puedo admitir que sean buenos educadores.

El principal problema que veo son las consecuencias que se derivan de obviar el método científico, simplificar técnicas y poner el foco donde nos interesa. No es una cuestión de que funcione (porque, a veces, funciona), sino de a qué coste lo hace (para el perro, principalmente).

Esto resume mi modus vivendi perruno: ¿por qué hacerlo rápido si lo puedes hacer de forma segura, y mejor? El problema es que, en televisión, la educación canina amable no se ve tan interesante...

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