Así se distingue a un perro que ladra porque está frustrado

Así se distingue a un perro que ladra porque está frustrado
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Los perros tienen su propio lenguaje. No hablan, pero pueden rascarse, bostezar, ladrar o sacudirse para mostrar incomodidad, estrés o frustración. Entender cuándo se da cada una de estas señales o conductas nos ayudará a crear una mejor convivencia con nuestros colegas peludos.

La frustración puede definirse como el "lo quiero ya o, si no, tengo una rabieta", o sea, el sentimiento que se produce cuando un ser vivo no logra alcanzar una expectativa para satisfacer una necesidad. Como suele decirse, la mayoría de los problemas humano-animal tienen una causa: la comunicación, o la falta de comunicación.

"Baja tolerancia" a la frustración

Los perros que ladran, lloran e incluso muerden cuando no consiguen algo, los etiquetamos como perros con poca tolerancia a la frustración. Es lo que parece: el perro nos pide atención y, como no se la damos, nos ladra en la oreja e incluso se pone a mordisquear una silla o el sofá.

Pero ¿cómo y cuándo actuar? ¿Cuándo le hago caso? Porque si  ladra para que le tire la pelota o le preste atención, estás en un buen lío, ¿no? Si se la tiras, premiarás esa conducta y cada vez te ladrará más; si no le prestas atención, se monta la marimorena, con ladridos, y lloros.

Las conductas y señales que visibilizan la frustración

Para percibir el estado emocional de un perro, nos fijaremos en dos aspectos básicos que podemos analizar:

  • su lenguaje corporal: ¿se sacude?, ¿bosteza?, ¿se rasca?
  • su conducta visible: ¿ladra unos segundos y espera?, ¿te sube las patas encima mientras estás haciendo otra cosa?

Las conductas de estrés más típicas son las sacudidas, como si estuviera mojado, y el rascarse  (imagínate que se libera de parte de esa emoción), los bostezos y los lloros. Un perro con cierto nivel de estrés también puede lamerse el hocico o las extremidades de forma, más o menos, compulsiva, e incluso señales menos habituales, como el freezing, o sea, quedarse completamente quieto.

Una de las respuestas más interesantes ante el estrés y la frustración son los ladridos. Tu perro puede ladrar con objetivos muy distintos: como señal de alerta (¡eh, viene alguien!), juego (por excitación, y para incitar a personas y perros a seguir jugando), comunicación con otros animales... y, por supuesto, también como llamada de atención o exteriorización del estrés.

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El perro que ladra por frustración

Para saber si tu perro ladra para llamarte la atención, observa si es un ladrido más agudo y si lo realiza "en cadena". Ladra varias veces, para, espera, vuelve a ladrar. En cambio, los ladridos por estrés suelen ser más "similares" entre sí y tienden a repetirse; además, vienen acompañados de otras señales vinculadas a estas emociones, como llorar, aullar o morder  objetos, según la raza.

Los ladridos perrunos pueden desconcertarnos: aunque tu amigo los use, sobre todo, para hablar o comunicarse contigo, lo cierto es que también ladra cuando está frustrado, o como señal de alerta. Y, también, si se siente estresado. Ahora bien: no todos los ladridos suenan igual.

Muchas de estas conductas están vinculadas a tres razones:

  • Poco respeto por su espacio personal
  • Rutinas aburridas o poco enriquecidas
  • Falta de comunicación efectiva

Muchas familias tienden a tratar a los perros como niños. El problema es que un perro no quiere que le cojamos en brazos, le acerquemos la cara o le estemos tocando la cabeza, levantando las patas o impidiendo que se mueva. Cuando ocurre esto, los niveles de frustración (no me entienden) y estrés (no me gusta esto y me da miedo) empiezan a aumentar, favoreciendo que muchas de las conductas y señales anteriores aparezcan.

Además, a los perros les encanta hacer cosas. Si se aburren, es muy probable que aparezca la rutina (aquí no tengo lo que necesito) y empiecen a buscar el modo de hacértelo saber y a hacer cosas que les entretengan. En estos casos, enriquecer su día: juguetes interactivos, masticación, paseos más interesantes, visitar otros lugares es un gran remedio.

Por último, no entendernos es lo que peor llevamos todos. Si tuvieras que convivir con un señor que no habla tu idioma ni hace esfuerzos por entenderos, ¿te sería fácil o difícil? Es muy importante que establezcas actividades claras (cuándo es hora de jugar a pelota y cuándo no, qué tienes que hacer para salir a la terraza, para comer...) y que no premies formas desadaptadas: tu perro te sube las patas encima y le haces caso, te trae el juguete y juegas mientras estás trabajando, etc.

En resumen, es importante que entiendas que la frustración se da porque el animal no consigue cubrir unas necesidades naturales o porque las ha cubierto de forma desadaptada hasta ese momento y, cuando no le funciona, eso duele, y sabe mal, y frustra. La frustración es tu hijo o tu sobrino pataleando en la cola del supermercado porque quiere una chuchería, pero ¿verdad que no la conseguirá con una rabieta?

Con los perros, deberíamos seguir esa misma línea: crear conductas y formas de comunicación que sí funcionan y castigar (ignorar) aquellas que no. Saber cuándo y cómo se van a cumplir nuestras expectativas es la mejor forma de reducir nuestro estrés y frustración.

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