Si hay algo que les encantaría a los criadores actuales —y estoy casi seguro de esta afirmación— es poder recuperar algunas antiguas razas de perro, hoy extintas. A lo largo de la historia, se han producido miles y miles de procesos de selección natural entre los individuos, lo que conocemos como darwinismo o evolución biológica. Sin embargo, llegó un momento del Neolítico en el que los seres humanos empezaron a cruzar ejemplares por utilidad.
Estas necesidades, principalmente, se orientaban a facilitar la caza o, posteriormente, a guardar rebaños, pero también a la protección del hogar o la vida familiar (sí, en el Antiguo Egipto, por ejemplo, el perro también era un animal de compañía). Desde los lebreles egipcios (que se parecían a un podenco) a los hare indios o los mastines cubanos hasta los perros de guerra, como el perro de pelea cordobés, la selección de perros (más o menos pormenorizada, según la época) ha atendido todo tipo de criterios de funcionalidad, pero, sobre todo, explica el inicio de una historia común: la antrozoología o historia y vínculo humano-animal.
Un recorrido por la historia
Te invito a acompañarme en un recorrido que no pretende ser un listado exhaustivo, sino más bien una recopilación de aciertos y errores de la selección genética que conocemos hasta la fecha. También toca entender algo más: como ya vimos, la evolución de las razas a lo largo de los siglos ha sido variada y desigual. Pocos perros han mantenido una línea de trabajo tan pura como el pastor belga malinois, o una historia de la especie tan extensa como el carlino, el shiba inu o el basenji africano.
Mientras el Xoloitzcuintle mexicano (azteca) se ha considerado una raza de valor histórico para México o el husky siberiano cumple su tricentenario como perro de trineo, animales como el mastín de los Alpes, el rastreador brasileño o el famoso bulldog alemán (Bullenbeiser) desaparecieron por razones muy distintas.
Dicho esto, empecemos.
28 razas de perro extintas, pero podrían ser centenares
La mayoría de fuentes señalan, por lo menos, 28 razas extintas de las que se tienen registros. Por descontado, la biología y la etología, entre otras disciplinas, echan en falta muchas otras, y el sentido común nos dice que así debía ser. Estas 28 razas son una gota en un océano.
La necesidad de un registro pormenorizado de los animales no se concibió hasta mucho tiempo después de las civilizaciones antiguas, donde podemos ver pinturas o figuras para reconocer al perro celta de caza —mezcla de galgo, lebrel y lobero irlandés, por lo que parece—, así como el Talbot, un perro cazador de gran tamaño que parece ser el antepasado de razas como el bloodhound (perro de San Huberto) o el beagle, y, más tarde, el North Country Beagle, una línea más proporcionada que los actuales beagles y que contaba con un gran sentido del olfato y una rapidez fuera de lo común.
El rastreador brasileño y el riesgo de las familias pequeñas
El gran problema de muchas de las razas antiguas extintas se relaciona con el riesgo de las familias pequeñas: están condenadas a desaparecer.
Las razones, no obstante, pueden ser muy diversas: en el caso del North Country Beagle, por ejemplo, nadie duda de que la falta de interés por preservar la raza y el auge de otras líneas fuese suficiente. No es el único caso: el rastreador brasileño, por ejemplo, de aspecto similar al spaniel bretón, se extinguió debido a una intoxicación accidental en el único criadero de esta raza (en 1973).
A su vez, el Tweed Water Spaniel o el Perro de Aguas de San Juan, fueron razas de perro cobrador muy populares entre el siglo XVIII y el siglo XIX y, sobre todo este último, es antecesor de razas como el labrador y el golden retriever, así como probablemente del Terranova, gracias a los cruces con mastines.
El dogo cubano, el perro de guerra entrenado para cazar esclavos
Por el contrario, para entender lo que ocurrió con el dogo cubano o el perro de pelea cordobés, te voy a contar una breve historia que, a priori, puede parecer que no está relacionada.
Tras siglos de guerra internas, durante el Shogunato Tokugawa japonés reinó una paz relativa, entonces, los gobernantes concentraron el poder en las ciudades y se lo quitaron a los samurái. La vida samurái no tenía sentido sin guerra. El problema de perros como el perro de pelea cordobés (o el samurái) es que estaban hechos para la guerra: eran enérgicos, enormes, violentos y, cuando no pudieron saciar instintos, los perros de esta raza empezaron a pelearse entre ellos... lo que los llevó a la extinción. Algo similar ocurrió con los espadachines japoneses, que sintieron que su lugar en el mundo había desaparecido.
Quizá este no sea un caso muy habitual, pero muestra bien la cara oculta de de la selección genética orientada a la guerra. Algo que no ocurrió con el dogo cubano —originario de Europa, y emparentado con los bullmastif—, cuya función también era terrible: perro de guerra, utilizado también para cazar esclavos huidos y servir en peleas de perros. Por desgracia, aunque el mastín cubano se adaptó mejor a los tiempos posteriores a las conquistas coloniales, perdió su popularidad tras el fin de la esclavitud. Se cree que, en este caso, la desaparición se produjo de forma mucho más pacífica de cómo fue su vida: con el cruce con otras razas. En realidad, el ocaso de muchas razas se debe, ni más ni menos, que al inicio de otras, como te voy a explicar a continuación...
Generación Bullenbeisser: las razas que viven en otras razas
Una de las razas de perro más famosas hasta el siglo XIX fue el bulldog alemán (Bullenbeiser), un perro con casi cuatro milenios a sus espaldas, que acompañó a pueblos germanos y celtas, en cacerías de toros, búfalos y osos.
Su complexión fuerte y su labor, principalmente, de caza mayor convirtió al Bullenbeiser en un perro muy valorado la Europa central. Por ello, a mediados del siglo XIX, los perros de mayor tamaño se encontraban en Alemania.
Su desaparición se dio debido a la mezcla o cruce de razas y a la falta de previsión. Si te lo quieres imaginar, han quedado numerosas ilustraciones y fotografías, pero se trataba de perros muy parecidos a los alanos españoles o dogos argentinos, raza que pertenece a la Generación Bullenbeisser. El parecido físico y la selección cumplen tareas casi idénticas entre las razas.
A otras líneas como el braco de Puy, el Alano, el mastín de los Alpes e incluso el hare indio tuvieron un fin similar. También con el paisley terrier, con conexiones con el yorkshire y el skye terrier y muy valorado como animal de compañía. La imposibilidad de obtener una diferenciación por raza por la FCI, supuso el descontento de los criadores y, paulatinamente, el abandono de la cría de este ancestro del yorkshire actual.
El Poi hawaiano, el techichi mexicano y el kuri maorí se usaron como alimento
Por el contrario, hay casos especiales también. ¿Por qué desapareció el Poi hawaiano? Pues ni más ni menos que por algo que nos parecería repugnante: pasó de perro para proteger a la familia a alimento, y esto unido al cruce de razas supuso su desaparición total.
Con el techichi mexicano, se especula algo similar: dócil, poco ladrador, tranquilo... Para los mexicas, el techichi era un animal sagrado, pero los colonos españoles empezaron a devorar a estos animales. Una víctima más de la violencia colonialista, por lo que parece.
Este planteamiento que, hoy día, nos puede parecer extraño, era bastante común en el pasado: así, los kuri maorís, que son famosos por su aspecto poco agraciado, eran ofrecido a visitas, también durante las celebraciones.
El perro polar argentino y la firma del Tratado Antártico
Quizá el caso más curioso, no obstante, sea el del perro antártico o perro polar argentino, un perro de trineo (mushing) seleccionado para labores militares en el Antártico. Sin embargo, tras la firma del Tratado Antártico, en 1961, algunos países señalaron a Argentina que el perro polar argentino influía negativamente en el ecosistema.
Retirar a los perros supuso dos aspectos negativos para la raza: entrar en contacto con ecosistemas para los que no estaba preparado y otras razas con patologías que el perro polar desconocía (y frente a las que no tenía inmunidad) y empezar un periodo de cruce genético. Sin embargo, al ser retirado de los climas antárticos, se produjo una enorme mortalidad que fue la principal causa de su desaparición.
Si bien no he citado a todas las razas extintas de las que tenemos constancia, creo que este breve recorrido te ayudará a entender por qué, para algunos de nosotros, perder una línea es como la pérdida de cualquier lengua de la que no quedó registro. Las razas extintas explican, además, la historia humana y canina compartida y nos permiten soñar con cruces ya imposibles. Aunque como educador canino y gran fan de la etología canina no puedo afirmar que dentro de cada perro vive un lobo (sino un ancestro común), sí me tranquiliza saber que dentro de todo perro (de raza, mestizo, no importa) viven todos sus ancestros y descendientes.