No se suele hablar de esto, pero las cosas más importantes de tu vida suceden sin previo aviso. Las buenas, las malas. Eso me ocurrió a mí con Caos, un perro abandonado al que alguien se había cansado de dar palizas y lo había echado a la calle. Hace diez años, era más común de lo que te pueda parecer y, por desgracia, hoy también.
El nombre le vino porque estaba malherido, desnutrido, lleno de pulgas y de garrapatas. Era un mestizo de pastor alemán que caminaba mal, se cagaba de miedo ante cualquier movimiento y revolucionó mi vida durante tres largos años.
Podría no haber sido así, la verdad. Supongo que podría haber mirado hacia otro lado (venía yo de echar unas cervezas con amigos), podría haber hecho caso a los veterinarios que me decían que lo matase: haberme desentendido, vamos. En cualquier caso, eso no es lo que pasó: se vino a casa, y ya no se separó de mí ni de los míos hasta que las fuerzas no le dieron para más.
Cuando se murió, se me ocurrió escribir una carta a su antigua familia. No tenía ni puñetera de quién podían ser (ni la tengo), pero, de algún modo, quería gritarles que se habían perdido un perro maravilloso, sensible, cariñoso y fiel. El texto triunfó en redes, y me decidí a dejar por escrito todo lo que Caos significó para mí.
Te voy a explicar por qué. Hay muchas cosas de las que todavía no hablamos cuando se trata de perros, y gatos, y roedores, y pájaros que son familia. El duelo no está bien visto: se les llora entre cuatro paredes, pero fuera, en la calle, en el trabajo, queda mucho de la vergüenza castiza del animal útil. Del perro, para vigilar; de la vaca, para dar leche. Cuando pienso en esto, recuerdo a mi abuelo esconderse y llorar a un canario, y a un gato.
Por eso me decidí a escribir una novela. Por eso, y por todo su apoyo, felicidad, tenacidad y coraje ante la vida. Como dijo Lord Byron con palabras más certeras en el famoso elogio a Boatswain: los perros son belleza sin vanidad, fuerza sin insolencia, valor sin ferocidad y todas las virtudes del hombre sin sus vicios.
Supongo que ni este libro ni ninguno puede recoger la esencia de un perro: esa esencia resulta inabarcable. Te confieso que tampoco ha sido mi objetivo. Yo solo he querido explicar todo lo que puede ofrecer un perro, cualquier perro, cómo podemos aprender a levantarnos una y otra vez solo con mirarlos, aprender a disfrutar de las pequeñas cosas y entender lo que significa la palabra familia.
Pero debería estar hablándote de la novela, ¿no? La historia sigue mi vida —sí, es autoficción, los nombres y algunos hechos están cambiados, pero, en fin, que fue mi vida— y la de mi familia, lo que fue y lo que aprendí. Cómo no pude dejar a ese perro en una perrera, cómo me lo llevé a cientos de kilómetros, le curé, nos curó y lo lloré cuando se fue.
No te voy a engañar, no siempre es una historia bonita —la vida no es así—, pero sí muy real, muy necesaria. El libro lo tienes en papel y en Kindle (Cinco de enero, Ushuaia Ediciones, 2022), y hace tiempo que descarté la idea de vivir de la escritura, por lo que, lo que se recaude, irá para ayudar a otros perros. A mí me sobra con brindar por él entre amigos y acordarme de Caos, de todos los animales que han pasado por mi vida, cada noche antes de irme a dormir.
Sinopsis de la novela: Verano de 2012. LENA y JULIO se encuentran en un punto de inflexión de su matrimonio. La pareja ha decidido tomarse un tiempo en Mallorca tras una mala época laboral y personal y, en concreto, tras el aborto de su primer hijo. La noche en la que regresan de la cena de despedida con unos amigos están a punto de atropellar a CAOS, un perro viejo y malherido. Julio y Lena deciden no dejarlo en la protectora, sino integrarlo en la familia.